Jesús envía a sus discípulos a bautizar en su nombre, recordándoles que el esta siempre presente por medio de su Espíritu (3). Habiendo ascendido a su Padre entre gritos de alegría (Sal), debemos ser sus testigos (1) pues hemos sido dotados con su Espíritu de sabiduría y revelación (2). Vivamos, por lo tanto, de una manera digna del llamado que hemos recibido (2). Hch 1:1-11; Sal 46:2-3, 6-9; Ef 1:17-23; Mt 28:16-20