El profeta Amos se declara abiertamente en contra de quienes explotan a los pobres en aras de la extorsión y la codicia (1). Ellos solamente buscan servirse a si mismos y no al señor. Al entregarnos a Dios y no al dinero (3), podemos orar, verdaderamente con manos libres de culpa, por todos los necesitados (2), especialmente los pobres a quienes el Señor resucitara (Sal). Am 8:4-7; Sal 112:1-2, 4-8; 1 Tim 2:1-8; Lc 16:1-13