Así como el Señor es bondadoso y misericordioso (Sal), así debemos perdonarnos los unos a los otros (1). Nuestro perdón no debe tener límite (3) y debe reflejar así el amor eterno de Cristo. No hay otro Señor mas que El (2). Eclo 27:30—28:7; Sal 102:1-4, 9-12; Rom 14:7-9; Mt 18:21-35