Si hemos muerto con Cristo, creemos que viviremos también con el (2). Él nos invita a tomar nuestra cruz y seguirlo, y a responder a quienes tienen necesidad (3), como lo hizo la mujer que ofreció hospitalidad al profeta Eliseo (1). Dichosa ella que caminó en los caminos del Señor (Sal). 2 Re 4:8-11, 14-16a; Sal 88:2-3, 16-19; Rom 6:3-4, 8-11; Mt 10:37-42