La sangre de Jesús no ha librado del poder del pecado (2). Lo reconocemos en la fracción del pan (3), aquel a quien Dios resucito de entre los muertos (1) y ahora esta sentado a su derecha para siempre (Sal). Hch 2:14, 22-33; Sal 15:1-2, 5, 7-11; 1 Pe 1:17-21; Lc 24:13-35