Abraham confía en la promesa de Dios (Sal) de hacer su nombre y sus descendientes grandes en la tierra (1). En la transfiguración de Jesus (3) se revela la gloria de que la vida y la inmortalidad le arrebataran el poder a la muerte (2). Gn 12:1-4a; Sal 32:4-5, 18-20, 22; 2 Tim 1:8b-10; Mt 17:1-9