Jesus, humillándose por amor a nosotros (2), no escondió su rostro de las bofetadas y los escupitajos (1), sino que ofreció su vida en la cruz (3). El confió en el amor de su Padre (Sal). Is 50:4-7; Sal 21:8-9, 17-18, 19-20, 23-24; Flp 2:6-11; Mt 26:14—27:66